Con el vino todo vale si lo disfrutas

Desde siempre ha existido un cierto snobismo con el vino. Ciertas personas han querido darle una especie de aura mística y hacer creer que solo los iniciados podrían disfrutar del auténtico placer de beber una copa de vino. Para ello, han creado toda una parafernalia en cuanto a la cata del vino o la elección del caldo perfecto para acompañar cada plato.

Es cierto que los paladares más exquisitos pueden disfrutar de matices que, cuando no se tiene el gusto entrenado, es difícil diferenciar en un vino. O que las propiedades de un vino en cuanto a su acidez o a su sabor afrutado pueden hacerlo más adecuado para unas comidas u otras. La mayoría de los mortales solo sabemos que los tintos acompañan a la carne y los blancos al pescado y no solemos entrar en más matices.

Pero cada vez son más las personas que dejan atrás todas estas etiquetas y que deciden que ellas van a disfrutar el vino como mejor les parezca. Todo vale si a ellos les parece bien y les satisface, es decir, si disfrutan de la comida y de la bebida. Si su vino favorito es un condes albarei albarino lo tomarán tanto si disfrutan de una copa de vino por la tarde con sus amigos en una vinacoteca como si tienen que acompañar una cena vegana o una barbacoa de carne. Y, lo cierto, es que no hay por qué objetar nada a esto.

Quién desee aprender a catar vinos y a combinar sabores tiene muchas posibilidades para hacerlo porque hay muchos cursos especializados. Y disfrutará de todos esos matices que para otros son prácticamente inexistentes. Pero eso no hará que disfrute más del vino que quién simplemente se bebe una copa y siente que está tomando algo que le gusta y le complace. Solo son diferentes formas de tomar vino. Ni mejores, ni peores.

Por eso, si vas a salir a tomar vinos o a cenar, no te sientas acomplejado por tus elecciones. No hay una decisión correcta y otras incorrectas, si el vino que tú eliges a ti te gusta, es el adecuado. Solo tienes que pedirlo sin ningún rubor y saborear tu cena y tu copa de vino dándote ese placer para el cuál no tienes que pedir ni el permiso ni la aprobación de nadie. ¡Faltaría más que tuvieras que hacerlo!