Hay que cuidarse

Llega un momento en la vida, puede que sea antes o después, que oyes de boca de un médico la frase: “hay que cuidarse”. Se supone que te dicen eso porque uno no se ha cuidado lo suficiente. A mi padre le dijeron algo así hace un tiempo. Le diagnosticaron hipertensión lo que lleva aparejado, entre otras cosas, empezar a comer con poca sal. Y si es sin nada de sal, mejor todavía.

Cuando le dijeron eso a mi padre, yo pensé: ¿cómo sería mi vida sin sal? Muy aburrida, ¿no? pero a la vez me di cuenta de que yo también había cometido algunos errores en mi alimentación desde tiempos remotos. El exceso de sal en la comida es una de las consecuencias de tomar un exceso de productos procesados y precocinados. Y es que la sal también ‘engancha’ y es por eso que desde diferentes instituciones que velan por la mejora en la alimentación infantil se trata de evitar que los niños se ‘enganchen’ a la sal, que asuman patrones alimenticios más saludables desde el principio para que luego no tengan que escuchar de boca de un médico “hay que cuidarse”, porque ya lo han hecho…

Ahora a mi padre le toca cuidarse y cuando va al supermercado mira la etiqueta de todos los productos: quesos bajos en sal… al carrito. Por suerte, buena parte de la industria alimentaria es consciente de que las costumbres están cambiando y de que cada vez son más las personas que se toman muy en serio su alimentación para llevar una vida más sana. Por eso, tratan de dar un aspecto más saludable a sus productos. A veces, esto se queda en una mera estrategia de marketing y otras, sin embargo, sí supone un avance hacia productos más sanos.

Comer sin sal no es el fin del mundo (aunque a mí me lo pueda parecer). Como todo, es acostumbrarse. Mi padre se lo ha tomado muy en serio y no solo comprando alimentos como los quesos bajos en sal que tanto le gustan, sino cocinando de otra manera. Y como reza el dicho “cuando veas las barbas de tu vecino pelar…”, mi madre ha aprovechado la coyuntura para ponerse ella también a comer bajo en sal…