Mi nutricionista

He perdido la cuenta de las dietas que he hecho a lo largo de mi vida. La primera fue a punto de cumplir 18 años. Tenía bastantes kilos de más y no me sentía a gusto conmigo mismo así que fui a mi médico de cabecera y le pedí ayuda. Me puso un régimen muy estricto. Yo creo que él sabía que no lo iba a llevar al pie de la letra, pero cuando volví un par de semanas más tarde y me pesé comprobamos que ya había perdido dos kilos. Fue una sensación increíble.

Hasta aquel momento mis padres habían intentado cambiar mi alimentación pero no fue posible. Solo cuando empecé a madurar un poco y me lo tomé como algo personal, no como algo impuesto desde fuera, empezó a funcionar. Recuerdo que mi médico de cabecera me “quitó” toda la comida basura y los dulces. Era lo normal, pero me dijo que otros tipos de alimentos como los derivados lácteos que apenas tomaba eran necesarios a mi edad.

Tras un año y medio perdí casi 20 kilos. Una barbaridad. Me sentí otra persona y durante varios años estuve “casi” delgado. Siempre me han sobrado algunos kilos, pero me sentía bien. Mi vida social también cambió porque me sentía más confiado. Pero después de ponerme a trabajar, me sedentaricé otra vez y volvieron los malos hábitos.

Fue un proceso gradual, poco a poco. Volví a comer dulces, comía muchos platos preparados, no tenía tiempo para hacer ejercicio y al final recuperé buena parte de lo que había perdido. Algunas buenas costumbres las mantuve, como comer mucha fruta o derivados lácteos, pero me volví a sentir gordo otra vez.

Y entonces desempolvé mi vieja dieta, la única que me sirvió, la de mi médico de cabecera. Pero ya no fue igual: no es lo mismo intentar adelgazar con 18 años que con 38. Y entonces decidí que necesitaba otra vez ayuda de un profesional y acudí a un nutricionista. Me puso una dieta diferente, adaptada a mi edad y si bien no he perdido tanto peso, vuelvo a sentirme bien y, sobre todo, a comer saludable.