La tormenta perfecta

A la mayoría de mis amigos músicos les ha cogido la tormenta perfecta: sin conciertos, sin festivales y con todo tipo de restricciones relacionadas con los eventos y el desplazamiento. Lo que en un principio parecía cuestión de semanas amenaza con volverse algo normal. Tal vez sea esta la ‘nueva normalidad’ de la que hablan: un mundo en el que la cultura y la música solo se pueda disfrutar desde casa y ya no en eventos públicos: sin cines, sin teatros, sin salas de conciertos.

El futuro es más que incierto, pero en mi caso personal no me puedo quejar: fue un golpe de fortuna que poco antes del inicio de la pandemia aparcase temporalmente mi carrera, dejara los proyectos en los que estaba y comenzase a cursar un Master en Songwriting. De hecho, muchos conocidos me preguntaron por el master cuando empezaron a comprobar que lo de la pandemia iba para largo. Y yo no puedo más que recomendarlo.

Pero todo depende del grado de ambición y el gusto que uno tenga por la improvisación. Y no me refiero a la improvisación musical, sino a la improvisación relacionada con la carrera profesional. El mundo del arte en general y de la música en particular parece que está vinculada a la falta de planificación. Pero a estas alturas no hace falta recordar que el talento es solo una parte de una profesión como esta… y de cualquier otra.

En el Master en Songwriting me encontré teniendo que salir obligatoriamente de mi zona de confort para aprender un montón de cosas nuevas que nunca hubiera intentando, sino fuera por haber estado aquí. Hay músicos que se centran tan solo en uno o dos instrumentos, en un par de estilos, que no entienden ni pizca de la grabación musical y que no están interesados en la industria. Pero es evidente que cuanto más conocimiento tengamos sobre todo el universo que rodea al acto creativo más posibilidades tendremos de hacer una carrera exitosa. Y más en los tiempos que corren en los que se ha puesto al negocio musical en una situación delicadísima.